sábado, 18 de enero de 2020

Mundo Quebrado - XIII

Eso si que me sorprendió, y siempre creo que nada más puede sorprenderme. Quien me increpaba era la mujer en silla de ruedas, que ahora andaba con muletas. No recordaba su nombre.
-¿Cómo dice?- le pregunté.
- Y todavía se hace el desentendido. ¡Las plantas, los árboles que usted tenía allí!- La mujer señaló al Debradis.- ¡Le habíamos dado permiso para que las tenga, pero que las cuide! ¡Mataron a los chicos y los guardianes desaparecieron por unos días! Y usted haciéndose el preocupado. Los otros lo habrán perdonado, pero yo no. Este lugar quedó desamparado.
-¿En que momento pasó eso? ¿Por qué parece que todo gira siempre en torno a mí?- le pregunté, algo irritado.
-¡Porque usted es el que crea los problemas!- me increpó la mujer.- Antes de que usted viniera la vida era tranquila, sin cambios ni nada. El día que esa carreta voladora chocó contra el río, fue cuando empezó todo. Usted ha sido una molestia.
Carreta voladora chocada en un río que nunca había visto. No había cauce ni nada. En serio, me está molestando vivir acá.
- Le seré franco, no recuerdo nada de lo que está diciendo. A mí también me afectan estas cosas, no crea que no. ¿Como que mis plantas mataron chicos?
-¡Vamos, no se haga el desentendido!!! Más vale que siga con el tramite de la escritura que me comentaba la otra vez mientras juntábamos las partes- amenazó la vieja mientras se alejaba a paso firme apoyada en sus muletas de metal.- Agradezca que los guardianes volvieron y esos chicos revivieron.

viernes, 3 de enero de 2020

Mundo Quebrado- XII

Desperté de lo que me parecía una breve siesta. Lo último que recordaba era el bufón con el que había discutido, y haber vuelto a casa para alguna diligencia. Grande fue mi sorpresa al ir a la cocina, mirar el almanaque, ¡y comprobar que había pasado un mes y medio! ¿Cómo era posible? Yo tengo uno de esos almanaques de los que se arranca un papelito por día, y se notaba que no habían arrancado cuarenta y cinco de un tirón para hacérmelo creer. Unas plantas que tenía en una maceta, en la ventana, habían crecido bastante, y hasta tenían las hojas un poquito comidas por las hormigas.
Descarté enseguida que fuera un sueño. En los sueños nunca me sorprendo o me pregunto si estoy en ellos. Por si acaso, recurrí a patear la cocina, con tanta suerte que me di en el dedo chiquito del pie. La evidencia fue abrumadora. Esperé cinco minutos a que se me fuera el dolor, y revisé la casa. Estaba bastante limpia, como si hubiera barrido hace poco. Había algunas pequeñas cosas cambiadas de lugar, pero no había faltantes. Revisé el sótano, y había más tierra de la que recordaba, amen de pisadas y carcasas de cucaracha y nueva pintura en los muros.
Me armé de valor, me cambié de ropa porque no sabía cuanto tiempo tenía la actual, y salí de mi vivienda. Los alrededores de casa estaban decididamente cambiados, el pasto distinto, la cerca pintada de distinto color... ¿Acaso mi hogar no estaba a salvo de los cambios que las dimensiones hacen en la aldea? Quizás era solo eso, pero me resultaba extraño. Sin embargo, no pude reflexionar mucho más sobre eso. Recibí un cascotazo en el hombro, y una voz me increpó así:
-¡Sinvergüenza! ¡Todavía le da la cara para salir de casa después de que sus plantas mataron a esos chicos!

sábado, 9 de noviembre de 2019

Mundo Quebrado: XI

La bofetada del bufón me sorprendió pero no me dejé avasallar, por lo que respondí con un puñetazo en su cara sin rasgos. Él se cayó de espaldas, pero al momento levantó las piernas y se puso de pie nuevamente con un salto rápido.
-¿Pero que cree usted que está haciendo, señor Sidarel? - resopló.- ¿No le habíamos dado un presupuesto inmejorable?- Se puso las manos en la cintura.
-¿Qué presupuesto? ¿De que está hablando usted?
-¡El presupuesto del Minhemeasaf, el Ministerio de Magia!!!- reclamó el bufón.- ¡A otro le hubieramos cobrado la mitad por cada una de las cosas por las que usted nos consultó!
- Bueno, yo hice lo que cualquiera en estas situaciones. Vi que cosas yo podía hacer para que me salga más barato por el resto.
El bufón empezó a caminar mirando de un lado a otro mirándome. Noté que algunos vecinos nos miraban haciéndose los distraídos. No los culpo, porque mi visitante era bastante llamativo. No se le veía nada del cuerpo, porque estaba enfundado en una camisa de rombos blancos y negros, un pantalón negro algo holgado pero firme, y unas botas negras. Tenía un gorro de seis puntas blancas y negras, rematadas en pelotitas amarillas. El rostro... no estoy seguro de si era su cara o una ajustada máscara blanca y grisacea con cuello y todo. Todo ese conjunto me estaba interpelando por no usar su presupuesto, justo lo que uno teme que haga un negocio si ve que uno no ha elegido el suyo.
- Pero, señor, ¿por qué se pone tan nervioso?-le dije.- Soy solo un cliente. ¿Siempre hacen así cuando alguien quiere hacer algo distinto?
-...
- Ni que les debiera algo, o como si fuera el único que les compra.
-...
-¿Soy el único cliente que tienen? Claro, el que les ha quedado, si a todos los tratan así, todos se les irán- me reí. El bufón se detuvo y me miró furibundo. Me ladró:
-¡No es eso! Le queremos hacer un favor, para que todo sea lo más rápido posible. Y pensábamos que usted quería que fuera algo rápido, viendo como nos contactó por cuenta propia.
- De hecho, fui porque me habían dicho que era obligatorio y urgente que lo haga- recordé.- Una persona me insistió diciendo que podían sacarme la casa porque no tenía la escritura...- Me quedé confundido.
- Y bueno, era algo así- aseveró el bufón. Hubiera jurado que se puso nervioso.- Ya hizo lo del abono, ya hizo lo de limpiar el sótano, está haciendo lo de la chimenea, supongamos que pueda arreglar la carreta esa que usted no sabe si lo trajo o no... ¿cómo va a hacer la escritura de la casa?
- Momento, ya vuelvo- le pedí, me metí en la casa, busqué algo, y regresé con eso en la mano.- Acá está el presupuesto que ustedes me mandaron. No dice nada sobre la escritura, sino ceremonias para que las cucarachas se vayan. ¿Pero como saben ustedes lo que estoy haciendo??? ¿Me están espiando?
El bufón se quedó muy quieto. Quizás había dicho cosas que no debía. Pero rápidamente se recompuso y dijo:
- Los guardianes nos dicen lo que pasa en este lugar. Es nuestra prioridad saber todo lo que pasa. Se la pasan vigilando. ¡Y usted debe tener cuidado de ahora en más! ¡Los espíritus de los antiguos dueños se lo reclamarán!-. Acto seguido, desapareció.

viernes, 1 de noviembre de 2019

Mundo Quebrado- X

Buen día, aunque no sé a quien estoy saludando. Quizás sea a mi yo del futuro. A lo que iba; hoy me fijé en este diario, y hacía ya mes y algo que no escribía. Me parece rato, porque alguna anotación he hecho cada día, creo recordar, ¿o las habré hecho dentro de algún pliegue de tiempo y se borraron? La vez anterior había pasado lo contrario, no recordaba haber escrito algo, pero lo había hecho, todo por obra de la dichosa perturbación temporal. Entonces, voy a tener que hacer alguna reseña ahora, para que no se me olvide.
En resumidas cuentas, estuve ocupado. Terminé de limpiar el sótano, y ahora está libre de tierra. No encontré las tumbas de los antiguos dueños, pero sí un baúl que aun no he abierto. ¿El Ministerio de Magia se habría equivocado? Qué sé yo. Seguí llevándoles abono a las plantas del Debraris, por más miedo que me daba. ¿Por qué tenía la impresión de que cada vez que iba no estaban precisamente donde las he plantado? No se debe a que a veces no están y otras veces sí, o que el Debraris cambie, siendo a veces puro bosque y otras veces un conjunto de ruinas futuristas. Cuando aparecen mis plantas, lo hacen en el mismo lugar. Me daba la sensación de que se habían salido de ahí y se habían vuelto a poner para disimular. Consulté los registros mágicos cuando estaba el vecino que los tiene, y vi que desde hace siglos no hay ataques vegetales. Espero no provocarlos yo, la verdad que me da miedo esa idea.
Bueno, lo último, es que me dí a la tarea de limpiar la chimenea, para ver si puedo ahorrarme algunas monedas, porque se me ocurre que los del Ministerio son un tanto... onerosos, por decirlo así. Realmente fue más desagradable que limpiar el sótano y llevar el abono. Que asquerosos han sido los antiguos dueños, realmente, le deben haber metido cualquier porquería grasosa que encontraban. Los caños de la chimenea estaban completamente forrados con grasa rancia carbonizada, olían a grasa, y en los tramos que iba limpiando, el metal quedaba con el color de la grasa. Por suerte, los caños no son enterizos, sino desmontables en cuatro partes, lo cual me hizo bastante fácil esa tarea insalubre. Que asco, verdaderamente, tuve que ventilar varias horas seguidas para que se fuera ese aroma pestilente. No me extraña que a los dueños les hayan dado muerte, toda la aldea debía llenarse de esos efluvios.
Y lo último. Ya había terminado de limpiar la chimenea, me había bañado lo mejor posible, y estaba sentado en la puerta del patio de casa, descansando, viendo las constantes nubes. Vi que se acercaba el cartero, envuelto en niebla como siempre, y que me alcanzaba un paquete rojo. Me di vuelta para abrirlo en casa, pero el paquete no me dio tiempo. Se tiró el mismo al suelo, se rompió, y dejó salir a un bufón blanco y negro, sin cara, que me dio flor de bofetada.

sábado, 19 de octubre de 2019

Mundo Quebrado- IX

El otro día me desperté muy bien, absolutamente despejado y descansado, ya habiendo despejado el sótano de tierra. Con lo de juntar abono me fue bastante bien, porque encontré bastante humus en lugares localizados, lo reuní con la pala y llené algunas bolsas. Mis precauciones para no tropezarme con las tumbas de los antiguos dueños fueron en vano, porque no estaban, sencillamente. ¿Acaso el MinHeMeAsAf me habría dado un dato erróneo? Ellos sabrían, que tanto. De las cucarachas parlantes que había visto, ni rastro. No sé que pasó más allá de que me desmayé al darme un buen golpe en la cabeza con algo, porque huí al ver que tenían caras de niños.
Cargué las bolsas en la carretilla y llevé el abono para las plantas del Debraris. El día estaba nublado, como de costumbre, y la aldea no estaba demasiado cambiada. Muchas casas seguían siendo las mismas, antiguas, de tejas rojas o chapas plateadas, y las pocas personas con las que me crucé, bueno, esas no estoy muy seguro. Me encontré con la vieja María, que estaba acompañando a la mujer en silla de ruedas. Ya no nos saludamos; no sé que ha pasado, es como que la vez anterior que hablamos fue porque teníamos que hablar. En fin, fui con la carretilla y las tres bolsas de abono por el camino que va para adentro de los montes.
Todo el rato que estuve ahí adentro anduve con cuidado, porque el lobo viejo y gigante que va a buscar comida a las casas con cara de bueno, adentro del Debraris cambia radicalmente de carácter, se pone feroz y desconoce a todos. Me lo encontré, pero estaba dormido a la entrada de su cueva, y agradecí al dios que fuera que su olfato no funcionara, porque una brisa inoportuna soplaba en su dirección. Y por suerte, menos mal también que cuando esta dormido es sordo, porque la carretilla hacía un ruido infernal. Luego pasó algo bastante... raro. Todas las plantas estaban en los lugares donde las había sembrado, y si bien habían desarrollado formas amenazadoras, me pareció demasiado difícil que pudieran desprenderse de la tierra para perseguir gente, y hasta ahí todo bien. Sin embargo, cuando les puse el abono tuve una sensación rara, como si las estuviera cebando con algo. Me pareció que me olían.
No obstante, eso no fue lo más inquietante. Me encontré con los niños que saben correr por los límites de la aldea, y que hacía rato que no los veía. Siempre nos hemos ignorado mutuamente, pero esta vez noté que me miraban como desconfiados. Yo a la vez sentía que algo no estaba normal en su aspecto. Murmuraron cosas entre ellos por lo bajo y se fueron a la carrera, y noté que era lo que tenían de raro. De las ropas les asomaban patas de cucaracha.

viernes, 11 de octubre de 2019

Mundo Quebrado- VIII

Hoy me levanté lo más bien, con toda la energía del mundo. Luego de desayunar y toda la rutina, agarré la pala y me dirigí a la puerta del sótano. No sabía bien cual parte de la tierra era la ideal para ser abono, porque los ebesiends no es que van directamente a lo que quieren comer, sino que destrozan todo en el proceso, pero pensé que ya me iba a dar cuenta. Abrí la puerta del sótano de adentro de la casa, me puse arriba de la tierra, levanté la pala, y con toda la confianza la hundí alegremente en la superficie.
En menos de un segundo me caí sobre la pala y el piso del sótano. Resultó que se había movido el terreno debajo de la entrada, y había quedado como un cascarón resistente, pero cascarón al fin. Uno de sus pedazos se me cayó en la cara y me dolió tanto como un ladrillazo de cemento. Luego de maldecir un rato, me levanté como pude. A pesar de la poca luz, pude darme cuenta de que no había tanta tierra como me habían dicho desde el Ministerio, y que el lugar ahora era una caverna a la que no se le podían ver las paredes. Aquí y allá sobresalían vestigios de cosas enterradas. Me pregunté en que lugar estarían depositados los antiguos dueños. No me había puesto a pensar más en ese detalle. No es común que tu sótano sea un pequeño cementerio. Me moví un poco buscando la tierra ideal. Al doblar una esquina vi una luz que estaba encendida. Me acerqué con muchísimo cuidado, y asistí a una escena de lo más curiosa.
Había muchas cucarachas sentadas en un cuadrado de metro y medio por un metro, mirando a una cucaracha más grande que, al parecer, estaba regañando fuertemente a otra, y cada tanto le daba con un palo. Ante cada impacto, la cucaracha se caía al suelo pero de una manera estoica volvía a sentarse. Los otros insectos parecían comentar la escena de muchas maneras distintas, riéndose, enfurecidas, indiferentes, impacientes, no sé, nunca he sido alguien imaginativo, pero veía todas esas reacciones. Sacudí la cabeza para saber si el ladrillazo de tierra habría alterado de algún modo mis facultades, pero no, la escena seguía igual. Pensé que no podía ponerse más rara, pero divisé al lado de la congregación de cucarachas muchos carritos y elementos tales como diminutas palas y picos, y escuché claramente a la cucaracha principal hablar en lenguaje humano. La miré sorprendido, y me encontré con que ella me observaba a su vez, mientras decía:
-¡...pero nosotros queremos volver a ser niños!

viernes, 4 de octubre de 2019

Mundo Quebrado- VII

Pues bien, leí y releí el presupuesto que me habían dado, y decidí que antes de gastar en todo lo que necesitaba, iba a ver cuanto podía hacer yo, porque tal vez podía evitar que alguien viniera a mi casa y no viera como está todo. No tengo gran lío pero no me gusta andar acomodando para complacer visitantes. Decidí que primero vaciaría el sótano; tarea un tanto ardua, porque está tan lleno que siempre creí que era una puerta falsa puesta en el suelo como adorno, excentricidades de los antiguos dueños. Fui a buscar una de las palas que tengo en el cuartito del fondo, pero en cuanto me levanté de la silla, sonaron unos golpes en la puerta. Fui a atender, y era mi vecino Don Dearauma, que no me dio tiempo de nada y dijo:
- Don Sidarel, ¿cómo le va? Vine a buscarlo, y me lo quedé mirando por la ventana. Esperé que se levantara para llamarlo, así no se levantaba exclusivamente por mí.- Es un tic que tiene mi vecino, le hace perder mucho tiempo.- Se abrió una puerta al Universo Breiknha y ya sabe que animales se pasaron. ¡Vinieron muy rápido!- Él no necesitó decir más. Igualmente fui a buscar la pala, pero para partirla en la cabeza de los ebesiend, las criaturas más asquerosas, mañeras y calamitosas de este cruce de mundos y de dimensiones paralelas vecinas. Le di otra a mi vecino y le pedí que me guiara hacia donde estaban.
No hicimos ni diez pasos que ya los vimos en la misma calle que nosotros, un conjunto de seis o siete bestias parecidas a cerdos con tentáculos que araban el suelo con su hocico infame colmilludo, oliendo el miedo para saber a donde ir a comer. Nos vieron y ya echaron a andar a paso firme hacia donde estábamos, al parecer resueltos a hacernos pasar un mal rato. Me pregunté donde andarían los pastores breiknhas que siempre están detrás de ellos, si ya se habrían dado cuenta de que nuevamente sus animales se habían saltado de dimensión. Nos preparamos para enfrentarlos, a la vez que ellos aceleraban el paso, pero en el último momento, cuando ya blandíamos las palas, ellos nos esquivaron como con desinterés, pasaron entre nosotros, y fueron directamente a escarbar la otra puerta del sótano, la que va hacia afuera, digamos.
(Recién ahí me di cuenta de que el sótano tiene una puerta en el patio.)
Nos quedamos desconcertados por ese accionar, porque generalmente persiguen a las personas que encuentran, pero igual intentamos espantarlos para que no me rompieran la casa. No había caso, estaban empecinados en escarbar y romper, menos mal que media hora después, llegaron los pastores breiknhas a plena carrera, armados especialmente, y los arrearon de nuevo hacia su Universo. Le comenté brevemente a uno de ellos, que los animales no nos habían atacado, fue a donde habían escarbado, hurgó un poco, olió, y me dijo, antes de irse:
- Hay buen abono ahí. Lindo para sus plantas del Debraris.
Eso pasó hoy. Que buen dato, me ahorré de comprar abono.